lunes, 24 de noviembre de 2014

Incógnita en tus labios.~♥

Aquélla tarde, se despedía de manera lenta, el cielo claro estaba por ser tapado con un manto oscuro, el cual estaría cubierto de bellas estrellas, y una perfecta, y grande, luna llena. Nos encontrábamos en la sala, en el sofá más grande de la habitación, centrado y frente al televisor. Ella, sentada contra el respaldo y en el apoyabrazos derecho del mismo, con su pierna derecha en el suelo y la izquierda sobre el sillón flexionada, y yo, recostada en ella a lo largo y acurrucada entre sus brazos.
En mi vientre, reposaban sus manos y el joystick que sostenía, y más abajo mis manos con el segundo mando. Lo que alumbraba únicamente la habitación era la luz que radiaba la pantalla del televisor y una lámpara de pie al otro extremo. El resto del área estaba a oscuras. El sonido que había, no era sólo del juego con el cual estábamos peleando, si no que nuestras voces y risas estaban a la par.
En su mayoría, me gana en los videojuegos, ya sea por poco, o mucho, da igual porque al fin y al cabo, siempre termina victoriosa.
Pero esa noche, esa noche yo tenía mucha suerte, estaba de racha. Ya le había ganado varias veces y ella muy pocas, y a su orgullo, acostumbrado a ser el mejor, le molestó. Parecía que mientras más en serio quería jugar para vencerme más fácil perdía. Y yo lo disfrutaba. Cada tanto volteaba levemente a verla, y sus expresiones se me hacían, y hacen, graciosas y dulces. Tan naturales, tan lindas, tan propios y únicos de ella.
Y cuando volví a ganarle, frunció más el ceño y echó un suspiro con disgusto.
Su dulce aliento paseó por mi rostro, haciéndome cosquillas y la miré más detenidamente, me acerqué a su cara y le besé la mejilla. Sonrió, aunque aún tenía mala cara, dejó el control en el suelo y me quitó el mío de las manos para hacer lo mismo.
Me abrazó fuerte por segundos, y luego con su brazo derecho, sostuvo mi cabeza mientras sus dedos comenzaban a coquetear con mi cabello, y la otra reposaba en mi estómago, otorgándome casi impalpables roces.
Su pecho era mi reposera, en donde sus latidos por poco resonaban en mi espalda. Su hombro y cuello eran mis almohadas, no hay otros más cómodos en el mundo. Y su piel, mi deseo. Mi sitio preferido en donde desaparecer en puro placer. Pero su boca, era el lugar en donde quería ahogarme, perder la vida junto con el aire.
Comerme las palabras que nunca me dijo, y sentir el ardor de sus pensamientos reprimidos.
Observándome por unos instante, sentí que mis ojos estaban logrando derretir los suyos, me lo afirmó sin percatarse, porque no solamente cambió de dirección su mirada, su cabeza también lo hizo.
Fui directa, ya no resistía más, o lo hacía, o moría en el intento. Moví mi torso para mirarla, alejándome unos centímetros, y mientras mantenía la distancia podía verla mejor. Pero aún seguía su vista en otro lado, con sus mejillas delatoras que tomaban más color cada instante.
Su mano izquierda continuaba posada en mi estomago, con la mía busqué unirlas y entrelacé nuestros dedos. Mientras que su mano derecha bajaba de mis rizos alborotados por mi brazo derecho y se colocó en mi espalda cerca de la cintura, como si me cubriera con ella.
Así que, sin pensarlo dos veces, mi mano libre se encaminó y sujetó con delicadeza su rostro e hice que volteara a mí.
Me gusta cuando haces éso con tu boca al fruncir el ceño... — ¿Qué... qué cosa?—. Dijo mirando hacia abajo, marcando más su gesto.Éso—Acaricié sus labios con mi pulgar de izquierda a derecha:La linda mueca que haces, contrayendo un poco tus labios que parece como si los posas sobre alguna de tus comisuras.
— Ah...— Aflojó su mueca sin dejarle expresión alguna y sus cejas ya no se arrugaban:Lo hago inconsciente. ¿Sí?, se te ve muy linda así.—La tomé de la barbilla e hice que levantara su rostro en busca de que sus ojos se encontraran con los míos, y aún así miró hacia su izquierda como si aún estuviera molesta por la derrota.
Noté que comenzaba a tener más rubor en sus mejillas, deseaba perderme en sus bellas pupilas pero no me lo permitía. Quería verme reflejada en ellas.

Mírame.—Pero aún así no lo hizo:Mírame, por favor.—Insistí suplicante.


Para mi sorpresa, colocó su vista en mis ojos sin titubeos pero con una expresión que demostraba pena y un poco de molestia. Me encanta que sea tan difícil.

Mis ojos quemaban los suyos, notaba a la perfección cómo le costaba mantenerme la mirada. Sentía un tenue ejercito de hormigas patrullando sin piedad por todo mi cuerpo. Miré sin pensar dos veces sus labios, y me quedé perpleja por unos segundos. Poco después mordió sus labios y esbozó una leve sonrisa mientras apretaba más mi mano izquierda. Parecía como si me estuviera provocando ó avergonzándose de algo, su estado cambio radicalmente, ya no pude evitar contenerme más y volví a mirarla a los ojos.

Tomé una bocanada de aire y dije:— Te amo.—Casi había sido un susurro, pero estaba más que segura que me entendió.


Lento se acercó a mi oído derecho y suspiró en él:Ya lo sé.— Y apoyando primero su húmeda lengua, mordió suave el lóbulo de mi oreja, haciendo que mi cuerpo se ahogara en un océano de sensaciones en el cual rompían como las olas en la orilla del mar.
No esperaba para nada esa respuesta, y hubiera quedado desconcertada más de lo que estoy si no fuera por ésa reacción.
¿Lo sabes...?—Repliqué aún atónita, y el aliento se me escapaba por los nervios.

Dejando de morderme, volvió a hablar:— Así es, siempre lo supe, siempre.—Regresaba lentamente su rostro al mío, pero antes acarició con sus labios mi acalorada mejilla y la besó. Luego ya estaba nuevamente frente a mí con una mirada más relajada que antes.
No era la respuesta que esperaba, pero...— Y no pude decir más, simplemente quedé viéndola a los ojos perdidamente enamorada.
¿Pero...?—Repitió, alargando la palabra, y continuó:¿Qué esperabas que contestara?—Mirándome desafiante, con una leve sonrisa malvada.
Mi mano derecha fue delicadamente acariciando su cuello, pasando por detrás de su nuca y la sujeté del cabello:— Ésto...

Mis ojos volvieron a colocarse en sus tiernos carnosos labios, me llamaban, habían marcado mi oreja, mi mejilla y quería que marquen más de mí. Así fui apegándome más a ella y atrayéndola hacia mí.

Ahora su reacción era diferente, abrió muy leve su boca e inhaló aire sorprendida, y poco después la exhaló algo más calmada, fue cuando comenzó a apretarme la mano y tomarme de la cintura fuerte. E hizo que cerrara mis ojos para disfrutar todo mucho mejor.
Sin problemas pude seguir avanzando, en ese instante sentí la frágil calidez de sus labios, y los entrelacé con los míos... Haciéndolos míos, y dándole los que ahora serán por siempre suyos. Solamente suyos.
Los apretó, los besó, se apoderó de ellos con amor, mientras yo gozaba de darle mi corazón en aquél encuentro.

Separándose a penas milímetros para suspirar nuevamente, se pintó una sonrisa en su rostro y volvió por más de esos dulces besos. Que con gusto, siempre que pueda, se los daré.


Continuamos besándonos tan despacio y a la vez tan fuerte, que cada minuto que pasaba se volvía más intenso. Como si nos los hubiéramos guardado por tanto tiempo, que deseábamos recuperar los momentos transcurridos sin ellos.

Liberó mi mano que apretaba la suya, y me tomó del rostro para acariciarme al besarnos. Mi mano izquierda buscó espacio, pasando por su cintura a su espalda y tomándola por detrás su hombro derecho. Estábamos lo más cerca posible, o al menos éso creíamos. Así se sentía.

De ése modo, nos estábamos amando, y aunque ella no me lo dijera, yo lo sabía.

Porque en cada beso me lo demostraba... Cada beso me decía "Estoy enamorada."



Pasando las horas, nos habíamos acomodado de tantas formas diferente, compartiendo risas y cosquillas de por medio, juegos y mordidas sin miedos.

Se sentía lindo, puro y muy sincero. Era lo que siempre habíamos querido, lo que tanto buscamos. Al fin nos complementamos la una a la otra.
De pronto una luz aparecía entre las cortinas de la sala en donde estábamos. Amaneció, al darnos cuenta sonreímos regocijándonos ambas.
Acostadas en el sofá me encontraba sobre ella y decidí recostarme en su pecho, sus brazos me rodearon con cariño y me acurruqué en ellos. Pocos minútos después de un hermoso silencio me dormí ahí, feliz, tranquila.
Siento el palpitar más hermoso que jamás había oído en mi vida.



Tengo tantas cosas por decirte, por demostrarte, que darte y mil maneras de amarte.
Siempre que tenga un espacio en tu corazón, por más pequeño que sea, podré depositarte todo mi amor.
Porque no hay nada que me haga más feliz en el mundo...
Que hacerte sonreír.