viernes, 12 de septiembre de 2014

Madrugadas delirantes.~

Vivo en un departamento no muy grande ni tan lejos del centro de la ciudad donde las luces nocturnas embriagan las calles transitadas por algunos jóvenes con tiempo libre. Y a ella la vi entrar al cuarto de al lado como de costumbre en estos últimos dos años, mientras yo iba al mío.
Nos dividía una simple pared y jamás hemos cruzado ni una palabra en persona, pero sin que ella lo supiera durante todo este tiempo nos estuvimos escribiendo por cartas. ¿Cómo? Simple, era nueva en el edificio y se mudó al cuarto que está pegado al mío, los muros son tan delicados que hasta el sonido tenue de su cama rechinante se escurría sin problema a mi habitación. Eso era más porque las camas estaban contra dicha pared. En el segundo mes de su estadía, una noche decidí dejarle una carta anónima bajo su puerta diciéndole que tenemos el mismo gusto musical pero que a ciertas horas de la madrugada necesitaba dormir ó estudiar y se escuchaba a cinco habitaciones de distancia, que por favor solamente quería que baje un poco el volumen como para que a tres habitaciones de la suya no se oiga nada. Y de antemano se lo agradecí.
Al día siguiente el reloj digital de mi celular marcaban las doce menos cuarto de la noche. Recién llegaba de la casa de mi madre a quien había ido a visitar. Pasé por su puerta y noté una extraña anomalía que sobresalía debajo de ella, era un objeto inanimado blanco el cual llamó mi atención, al acercarme vi que era un trozo de papel e indagué más a fondo y tenía escrito "Para: Anónima musical". Me dio tanto miedo tomarlo que mi cuerpo aumentó su temperatura con el sencillo hecho de mirar que el papel estaba dirigido a mí, de tomarlo y que ella saliera a decirme que no le pida tales cosas. Pero sentía más emoción e intriga que debía de llevármelo y leerlo. Así que primero abrí la puerta de mi departamento y dejé la llave puesta del lado de adentro. Sigilosamente volví a su puerta, agarré rápido la pequeña carta y salí disparada velozmente hacia mi cuarto cerrando en silencio la puerta con llave al entrar.
Fui a mi dormitorio, luego de cambiarme me acosté en la cama para leer la nota. Para mi sorpresa su respuesta fue muy agradable y seria, que me dejó encantada. Su personalidad llamó mi atención, se había disculpado y aceptó mi petición mientras hacía comentarios graciosos respecto a mi anonimato y los gustos musicales. Quince minutos después que yo había comenzado a leer su carta escuché que se había acostado en su cama levemente ruidosa, escuchando las mismas canciones de antes, pero con el volumen más bajo que se oía placentero. Y decidí responderle de nuevo.
Así fue como empezó, con el trato de que ninguna nunca espíe cuando la otra le ponía la nota en la puerta, de escribirnos diario, aunque había veces que alguna no lo hacía, pero en la carta siguiente dejaba la explicación.

Llegamos a tal punto de conocernos hasta los secretos más profundos y aún así, amarnos. Sí, amarnos, nos habíamos enamorado, o al menos yo de ella, pero nunca se lo dije ni hablamos el tema ya que se sentía como algo platónico y sub-real. Esa fue la razón por lo que jamás me animé durante todo este tiempo a pararme frente a su puerta y decirle quién era... aunque ella me lo pedía hace año y medio, supo respetar mi decisión.
Y así hasta el día de hoy... que decidí pedirle que ponga aquellas canciones que me hicieron escribirle las dos primeras veces y disfrutar de ellas juntas cada una en su cama. Y por la madrugada lo hizo, sentí paz, me sentía bien, y fui feliz.
Pero al pasar las horas, del otro lado de la habitación parecía todo lo contrario, la escuché llorar, poco pero aún así estaba triste e inquieta y no pude gozar más de la música.
Su voz salió libre de sus cuerdas vocales, hablaba consigo misma ó tal vez ella sabía que del otro lado alguien la escuchaba, sin saber que era su anónima. Y la oí perfectamente cuando comenzó:

- No sé, creo que enloquecí... Es muy tarde o tal vez muy temprano, porque va a ser de día y... Yo estoy loca.-rió levemente y terminó en un suspiro-. Es increíble.
Es todo, todo lo que quiero en mi vida, todo lo que me gusta, lo que me gustaría tener o que me gustaría ser... con ella. Es todo. Todo lo que me hace feliz, lo que me hace poner triste. Lo que me hace bien, que me hace mal, y extrañar. Quien me hace sonreír y a veces llorar.
Es una mujer muy loca. De las que conocí en mi vida, ella está realmente loca.-Ríe-. Y es genial, porque no estoy muy cuerda que digamos, y conectamos bastante bien.
Me encanta todo de ella; Su manera tan difícil de expresarse, lo linda que es cuando le da pena algo, que es muy rara vez. Cuando es siempre pervertida, y me dice cosas en doble sentido que no entiendo ó tardo en entender. Cuando me hace sentir cosquillas, a veces más fuerte que la primera vez, y su manera de cuidarme, de retarme... De decirme que soy suya. Maneras en las que me hace suya, sin siquiera tocarme. No sé...-rió más suave-. Estoy llorando, qué maricona... la necesito tanto...-y quedó en silencio.

Mi corazón comenzaba a quebrantarse, me sentía culpable de causar tanto dolor por capricho, estaba a una puerta de abrazarla, pero no me sentía segura de mí para hacerlo, siempre que le decía algo sobre mis verdaderos sentimientos terminaba des haciéndolo al hacerlo parecer una broma, así que solamente contuve mis lágrimas y la seguí oyendo decir:

- Ni sé por qué lloro... supongo que esto pasa.-se trababa por sus lágrimas y el nudo en la garganta.- cuando amas una persona y no la ves, no la tocas, no podes sentir su aire, sus aromas, ni sentir sus cosquillas en mi panza. Es muy difícil, pero, ella siempre dice que lo difícil es lo que realmente vale, y ella realmente vale, vale mucho, vale toda mi vida... Se volvió mi vida.
No sé cómo explicarlo es muy raro.

Y la habitación hubiera quedado sumergida en silencio desde entonces si no fuera por la música que sonaba delicada en la habitación.
No podía pensar en dejarla llorar toda la noche y hablé:

-¿Estás bien? Lo siento, no pude evitar oírte... que no sé siquiera si hablas conmigo ó tú sola.-Tuve que esperar a ver si respondía y nada, así que volvía a hablar:- Lo siento, no quise entrometerme.

- No importa, y sí estoy  bien, solamente estoy enloqueciendo por una persona, siento haberte despertado con mi llanto.-Respondió y al oír el chillido de su cama deduje que se levantó de ella, apagando su música que inundó el lugar en silencio.

Me levanté de la cama y agarrando la primer ropa que encontré me vestí lo más rápido que pude. Salí de mi departamento tan ansiosa como nerviosa, pero decidida a terminar con su tortura, debía dejar de ser egoísta, de dejar mis miedos en la basura para hacernos realmente felices. Así fue cuando de pronto me encontraba con mi mano hecha un puño y temblorosa que golpeó tres veces consecutivas su puerta. Unos segundos después ella la abrió, limpiando aún las lágrimas de sus tristes y tiernos ojos, y simplemente se quedó ahí, viéndome seria que me muté y que a duras penas sólo pude decirle:

- Siento la espera, gracias por la música.

La expresión en su rostro se modificó totalmente, parecía que iba a volver a llorar y que estaba un poco molesta conmigo, lo cual tenía todo su derecho. Pero por suerte cuando liberó sus lágrimas por completo me abrazó fuerte pegándome mucho contra su templado cuerpo y sus manos apretaban tanto que hasta mi piel era sujetada con firmeza. Era como sentir su dolor, que me lo pasaba en ese primer contacto físico y que tal vez así se aliviaría... y al parecer, así fue.
Al despegarnos tomó mi mano cruzando nuestros dedos entre sí y me llevó adentro mientras cerraba la puerta con seguro. Hizo que pasara a su dormitorio para acostarme en su cama contra la pared, aún no me decía nada con su voz, pero sus ojos tenían mil demonios que iban a asesinarme con ternura.
Volvió a poner la música, más suave, y se acostó a mi lado viéndome de frente a los ojos, y sonrió de tal manera que las alegres curvas de sus labios viajaron por el aire hasta los míos para contagiar la felicidad que sentía. Un ejercito de hormigas patrullaban en mi estómago sin piedad, y tomando mi mano con delicadeza se aproximó a mi rostro, haciendo que mi termostato corporal estallara de vesania y como dos pequeños cachorros acarició su linda y tibia nariz con la mía mientras yo me fundía en sus dilatadas pupilas, y cerrando sus ojos se acercó a mis labios diciéndome:

- Si no fuera porque verdaderamente te amo, te odiaría por haberme hecho esperar tanto.

Casi que pude decir que lo sentía, viéndola sonreír. Pero me interrumpió, no le interesaba mis escusas, razones, ni nada semejante. Discretamente me besó, y apretó fuerte sus labios entrelazándolos con los míos, tras unos minutos después quedarse placenteramente dormida a mi lado. Sin ninguna pared de por medio, y dormí feliz.








Lo que hablaba sola aquella chica, era lo que conversé alguna vez conmigo misma...
Fue una de esas noches en las cuales la necesito, y la tengo lejos.
Pero por suerte, sé esperar, y eso me tranquiliza aunque nunca mata mi ansiedad.~